viernes, 15 de junio de 2018

Dubrovnik

Cuando con el aliento algo entrecortado llegue a lo alto de las magníficas murallas; sabía de la importancia de recorrerlas pero, no imaginaba lo que me harían descubrir. Ante mis ojos surgieron los techos de tejas rojas  de toda la ciudad abrazada por ellas. Al inclinarme descubrí sus estrechas callejuelas de escalones y balcones, patios recoletos de palmeras y flores, iglesias y palacios por aquí y por allá. Hacia el este el Adriático cristalino salpicado por verdes y frondosas islas.
Dubrovnik me hizo soñar, sorbí su belleza, me perdí en su encanto y me extasié en ese horizonte azul turquesa. Volé hacia el silencio sintiendo la profunda armonía que se produce cuando la vida nos regala esa hermosura que nos hace olvidar todo y vivimos esas gotas de felicidad únicas e intensas.