Siempre pensé que aquellas vírgenes dolorosas atravesadas por puñales y surcada su faz por lágrimas de cristal; no eran más que la expresión exagerada de unos sentimientos religiosos que nunca he compartido.
Ahora al pensar en ellas me doy cuenta que sí reflejan el profundo dolor, el desgarro en las entrañas, el ahogo que casi impide respirar. La pérdida y el sufrimiento que lacera y hiere como cuchillos clavados en el alma, de las que brotan lágrimas desoladas en medio del silencio de un dolor inmenso, del dolor humano.