Cuando logro pensar que no te has ido. Que las palabras nunca y jamás no sé dan. Que mi orfandad no existe. Que estas allí, en cualquier parte. Que por las noches no grito tu nombre porque te sueño. Mi alma se apacigua y vaga en un espacio sin nombre.
A veces todo se ve envuelto en una extraña bruma.
A veces todo se torna lejano.
A veces todo queda suspendido sin hacerse presente.
A veces así todo se calma.
Entre la hermosura de la calma, la paz del silencio, la tranquilidad de su intimidad, lejos de todo aquello que lo rompe y distorsiona con su mezquindad e ignorancia vaga su alma reposada en lo que queda de su mundo.
Hasta en mis sueños te vas. Parece que no me quieres y no te puedo encontrar. Cuando por fin logro verte en una casa desnuda y blanca, al acercarme te beso y te digo que te quiero pero tus ojos no miran y tus labios no responden. Así empiezan mis días en medio de tu vacío.
Cuando mis ojos ya están lejos de África. Cuando mi mirada ya perdió sus horizontes. Mi alma aún se sobrecoge al recordar su hermosura. La inmensa fuerza de sus desiertos, el poderío de sus montañas, el infinito de sus paisajes aún me embarga. Mi corazón aún siente la emoción de unas tierras sin fin que se abrían ante mi y me hicieron estremecer.