Los álamos que
se levantan erguidos,
esbeltos y desnudos
frente a sus
ojos, le recuerdan
su propia desnudez.
Ellos esperan a
la primavera para
cubrirse de nuevo frondosos
con sus hojas
plateadas al sol
y el murmullo
del viento meciéndolos
evocando con su
sonido a una
mar lejana y
desconocida. Los mira
con melancolía, con
la mirada perdida. El
invierno se ha
instalado en ella.
No sabe si algún día,
como a los
álamos, las hojas
volverán a cubrir
su desnudez.
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