Allí estaba en el suelo con las raíces al aire, arrancado de la vida. Así estaba el árbol muerto. Aún era hermoso y señero con el tronco poderoso, la copa frondosa y sus ramas cuajadas de hojas como las de una larga cabellera. Un viento inclemente lo desprendió de la tierra. Le pareció escuchar el crujido agónico de su caída y le pareció sentir su dolor al comprender que se iba. Dos lágrimas rodaron de sus ojos. Ella también había perdido al árbol de su vida.
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