lunes, 13 de octubre de 2014

Caía una LLuvia Fina

Caía una lluvia fina y persistente propia de los días grises y meláncolicos de otoño de ese lugar, de ese país. A pesar del paraguas hasta su rostro llegaba un finísimo velo de agua. Su paso era elástico y su forma de vestir podía decirse que era relativamente juvenil. Tan solo su cabello corto canoso hacían pensar que era una mujer ya madura. Sus ojos miraban con atención el suelo para evitar mojarse demasiado los mocasines. No era el calzado más apropiado para ese día pero no había traido otros, pues le gustaba viajar ligera de equipaje. Pero, realmente lo cierto era que su mente volaba muy lejos: a su vida a sus recuerdos. Era una mezcla de pensamientos y sensaciones. Siempre se supo amada y deseada y siempre amó y deseó a pesar del tiempo, las incomprensiones y dificultades. Por supuesto que las cosas pudieron haber sido mejores. Los errores estúpidos a veces no dejan ver los valores profundos del otro. Sin embargo tenía la clara convicción de haber vivido un inmenso amor con un gran hombre. La vida pasa pero las sensaciones permanecen pegadas a nuestra piel y no hacen falta ni palabras ni miradas para sentirlas. Están unidas a ti; si un día las supistes encontrar y las tuvistes. Mil diminutas gotas de agua mojaban su rostro como  lágrimas.        

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