La mañana era fría, el cielo nítido y aquella montaña en forma de pirámide configurando un estrecho valle en medio del desierto, me trasladaron, al instante, miles de años atrás.
Entré en la tumba con la sensación inquietante de perturbar el sueño sagrado de una eternidad.
Pero la belleza exquisita, delicada y enigmática de unos dioses milenarios grabados en sus paredes me colmo con una emoción extraña y mágica que me hizo acompañar al Faraón en su viaje sin retorno hacia el infinito.
Entré en la tumba con la sensación inquietante de perturbar el sueño sagrado de una eternidad.
Pero la belleza exquisita, delicada y enigmática de unos dioses milenarios grabados en sus paredes me colmo con una emoción extraña y mágica que me hizo acompañar al Faraón en su viaje sin retorno hacia el infinito.
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