Blanca, aquí recostado en la hamaca viendo esos colochos tan frondosos y sintiendo la armonía de nuestra vida. Aún me duele más la incongruencia de todo lo que nos rodea y una profunda pena me atenaza. Vení conmigo. Necesito sentir el calor de la vida en tu cuerpo para espantar esta desolación.
Blanca se acercó y en la hamaca mecida por las corrientes de aire y su vaivén se amaron con pasión hasta fundir sus cuerpos.
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