Como siempre que se acerca a la pequeña ermita siente paz y piensa en que escogió un hermoso lugar. Cierto que la envuelve la melancolía pero es dulce como el concierto para violín de Mozart que su mente escucha en el silencio. Sin quererlo sus labios se abrieron para decir “siempre seré tu mujer”. No supo porque lo hizo. Simplemente sintió la certeza de que ni la soledad, ni el hueco de su ausencia, ni su dolor lograrían romper ese vínculo de pasión y vida que les unió. Mientras se aleja sus ojos contemplan llenándose de ellos, los verdes montes, la mar inmensa y los confines de una costa abrupta y bravía esa mañana azul y soleada de verano.
sábado, 31 de agosto de 2013
Una Promesa
Como siempre que se acerca a la pequeña ermita siente paz y piensa en que escogió un hermoso lugar. Cierto que la envuelve la melancolía pero es dulce como el concierto para violín de Mozart que su mente escucha en el silencio. Sin quererlo sus labios se abrieron para decir “siempre seré tu mujer”. No supo porque lo hizo. Simplemente sintió la certeza de que ni la soledad, ni el hueco de su ausencia, ni su dolor lograrían romper ese vínculo de pasión y vida que les unió. Mientras se aleja sus ojos contemplan llenándose de ellos, los verdes montes, la mar inmensa y los confines de una costa abrupta y bravía esa mañana azul y soleada de verano.
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