sábado, 31 de agosto de 2013

Una Promesa


Como siempre que se acerca a la pequeña ermita siente paz y piensa en que escogió un hermoso lugar. Cierto que la envuelve la melancolía pero es dulce como el concierto para violín de Mozart que su mente escucha en el silencio. Sin quererlo sus labios se abrieron para decir “siempre seré tu mujer”. No supo porque lo hizo. Simplemente sintió la certeza de que ni la soledad, ni el hueco de su ausencia, ni su dolor lograrían romper ese vínculo de pasión y vida que les unió. Mientras se aleja sus ojos contemplan llenándose  de  ellos,  los verdes montes,  la   mar   inmensa y   los confines de una costa abrupta y bravía esa mañana azul y soleada  de verano.

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