Quizás fuese el azul intenso del cielo lo que la hizo levantar la mirada o tal vez el intuirse cerca del mar. Estaba tan despejado que sus ojos reconocieron claramente los perfiles de la costa y pronto vieron las colinas, la roca y el sendero que lleva a la ermita de San Juan. Dos lágrimas ocultas rodaron por sus mejillas mientras le decia adios al pasar. Ella se perdió entre las nubes, él en la eternidad.
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