Tal como era de esperar, en una de las reuniones habituales de la organización se cruzaron. Sintió más que nunca su mirada atravesando su piel produciéndole escalofrío. Ya conocía su historia fracasada carente de ternura, oculta tras la máscara de un equilibrio aparente que publicaba osada. Se le acercó por la derecha y con un gesto rápido pero seguro le clavó el estilete. Con toda claridad percibió como la fría hoja punzante penetraba en sus entrañas. Le sonrió. No tenía nada que perder. Lo había vivido todo. Todo lo que esa mujer jamás alcanzaría. Se iba pero esa desgraciada seguiría arrastrando una vida oscura y amarga. Nadie se sorprendió en la organización de lo sucedido. A fin de cuentas sabían que muchos guardaban escondidas profundas oscuridades que trataban de olvidar.
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