sábado, 23 de agosto de 2014

Mala Suerte

Cuando se acercó para saludarla lo hizo con dos besos como si fuesen amigos. Era algo que le molestaba sobre manera. ¿Qué le hacía entender que un beso en la mejilla era la mejor forma de saludar a quién a penas conoces? Quiso tenderle la mano pero él ya se había adelantado y le plantaba el par de besos. Aunque eso no fue lo que más le disgustó de aquel tipo grande, gordo, vestido con unas bermudas azulonas con camisa blanca a juego de cuello azulón y vuelta de manga también azulona. Dejando a la vista unas piernas rectas como troncos y unos empeines inflados de quien padece retención de líquidos. No había acabado de mirarlo cuando con sus primeras palabras hasta ella llegó un potente relente a vino. Tanto su expresión corporal como verbal le hicieron vislumbrar una personalidad soberbia al tiempo que ignorante así como cierta misoginea. No podía imaginar tener que soportar a semejante personaje a lo largo de toda la travesía. Menos mal que era época de vientos y chubascos difíciles de soportar si no era en cubierta para evitar el mareo. Pero había que ser ágil y saber sujetarse muy bien.

Cuando llegaron a su destino los esperaba la prensa. La noticia, por supuesto, ya era conocida por todos pues hubo que avisar a las autoridades. Nadie pudo hacer nada. A las pocas horas de navegación los vientos soplaron con especial virulencia. El capitán buscó una encenada para guarecerse. Pero hay quien tiene mala suerte; la desgracia ya había sucedido. Solo ella había visto como caía al mar aquel pobre hombre. Menos mal que el resto del viaje el tiempo había sido espléndido y había podido disfrutar de los maravillosos paisajes del cabo de Buena Esperanza y así olvidar la mala suerte sufrida por el hombre de las bermudas azulonas.        

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