Es imposible que comprenda su sufrimiento. No sabe lo que es vivir una pasión. No puede ni imaginar hasta dónde puede llegar un amor. En su soledad está lejos de comprender la unión profunda de dos seres, que a pesar de las dificultades se han convertido en uno; cómplices hasta en el pensamiento, conociéndose y reconociéndose el uno en el otro. ¡Qué lejos está de ese amor!
Por eso nunca ha entendido su fuerza, su bravura, su lucha por él y con él. Siempre ha sido la extraña, la extranjera. La que no se somete, la que hasta delante de la muerte es capaz de mirarla a la cara sin miedo y con dignidad mientras el dolor de la pérdida la consume y la rasga. No es capaz de entender la pena de él porque quería vivir aún con ella ni la de ella ante el vacio de su ausencia.
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