Cuando tus ojos, a veces, me miran con la intensidad de siempre y tu voz recobra su fuerza me parece mentira, me parece un mal sueño que la enfermedad te corroa las entrañas. Cuando delgado y frágil te sientas al borde de la cama compruebo la dura realidad. A ti nunca te gustó emprender batallas perdidas. Lo comprendo. Aferrarse a vanas esperanzas es no afrontar lo evidente. Intentar ocultar lo irremediable. Tú aguardas y yo velo contigo. Es cansada y cruel la espera. El único aliento es decirnos aún “te quiero” cada día.
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