Caminaban entre la bruma. Era una niebla espesa y húmeda. Lo llenaba todo con ese color blancuzco, sucio y triste. Se dieron la mano. Y el calor de ese contacto las reconfortó. Nunca se había buscado, ni encontrado. Aisladas cada una en su mundo; se olvidaron de los lazos imposibles de borrar que las unían. La una se ocultaba en el frío de su aislamiento. La otra en de su incierta auto capacidad. Penosamente durante años la incomprensión fue lo único que las unió. Hasta que la niebla envolvió sus vidas dejándolas sin luz. Perdidas en medio de la tristeza y el vacio. Se miraron a los ojos y en ellos encontraron el dolor. Los hermosos ojos color de miel de la una reflejaban el profundo hueco de los pequeños y, en su día, chispeantes de la otra que mostraban la herida abierta de los otros. Quizás ahora castigadas y doloridas por la vida puedan sentir el consuelo del abrazo cálido y desinteresado del cariño.
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