¡Cuántas palabras vanas, cuánta
ignorancia, cuánto olvido!
Hablan del duelo
cuando de él no saben
nada. Cuando ni
por un instante
han vivido la
desgarradora pérdida de
un ser amado.
Pueden morir muchas
personas más o menos
cercanas a nuestro alrededor
y no por
ello conocemos el sufrimiento.
Existe él que
ni al pronunciar
unas palabras en
el funeral de
su hermano menciona
su nombre y
se atiene a leer
palabras anodinas. Existe la esposa
que se libera
de un marido
que hacía ya
muchos años había
muerto en su
corazón y tan
solo pierde la sombra de alguien
en su vida. Existen
los padres que
ya ancianos y
enfermos han cumplido
su ciclo vital.
Existen suegros, primos,
parientes y conocidos
que nada han
significado y que
su partida en
nada nos afecta.
Pero existen quienes han amado profunda y
poderosamente. Quienes forman
parte del otro por mil
razones y circunstancias. Quienes al ser
dejados pierden parte de su ser.
Entonces se conoce realmente lo que es el
vacío y la
ausencia. Se palpa su
hueco abismal y
la vida deja
de tener sentido.
Vivir se convierte
en un combate
diario sin cuartel
para simplemente sobrevivir. Pocos lo
comprenden y quienes
lo sufren, lo
padecen en soledad
durante meses,
años o no
logran superarlo y
mueren tildados
de locos o absurdos.
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