Un toldo de
rayas amarillas y
blancas cubre la
pequeña terraza del
primer piso de
la casa. Unos
geranios de hiedra
rojos la adornan y unos rosales
trepadores, también
rojos cubren
la estructura de
madera de la
pérgola. Un par
de tumbonas con colchonetas beige,
al lado de
unas macetas rectangulares
cuajadas de perfumadas
alisus blancas hace
de ese rincón
de la casa
uno de sus lugares favoritos. Sentada
en una de
ellas, mirando un
cielo azul de
verano con pequeñas
nubes blancas mientras
una ligera brisa
mece el fleco
del toldo y
las hojas de los altos
chopos susurran suavemente
con ella, se
deja ir por la
placidez que la
invade. Le es
tan agradable todo
lo que la
rodea que es
casi perfecto. El sosiego y
la armonía la
confortan y su
alma siente bienestar.
No quiere
pensar en su
ausencia, ni añorar su presencia para así
poder vivir lo que
él le dejó.
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