La
encontró en el
tren. Le pidió
información y ella amablemente le
respondió en su
idioma. Era una
señora amable y
educada. Viajaba sola
y se dirigía
a una hermosa
y pequeña ciudad
con una bellísima
catedral. Le llamó
la atención que
ese fuese su
destino viniendo de tan lejos.
Así que contrario
a su costumbre
se atrevió a
preguntarle el porqué
de su visita.
Había quedado con
su hermano para
desde ese punto
emprender El Camino. Unos años
atrás lo inició
con su marido
y ahora ya
sin él quería
terminarlo y que el Camino la ayudase con su silencio y belleza a seguir
su propio camino.
La miró con afecto. Comprendió
tan bien sus
sentimientos que se
sintió ligada a
aquella desconocida. Hablaron
de viajes y
lugares que habían
visitado en otros
tiempos. Tiempos que
estaban llenos de
vida. Ahora ambas
sabían que era
otra cosa. Se
despidieron habiéndose sentido
extrañamente unidas, quizás
algún día se vuelvan a
encontrar. Adiós y “buen Camino”.
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