No hablaron, no hacía falta. La calidez del roce de sus cuerpos les bastó. Él la miró con sus ojos oscuros e intensos. Ella apoyo su cabeza en su ancha y vigorosa espalda. La sensación fue tan hermosa que abrió los ojos. Todo había sido un sueño. El hermoso sueño de tener veinte años. El hermoso sueño de tenerlo a él.
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