Cuando de nuevo su
casa ha quedado
en silencio y los
amigos se han
ido, aflora el
vacío de su ausencia oculto
por el pudor que esconde
su dolor ante
los demás y
las lágrimas de
nuevo resbalan por
su rostro. Sentada
en el escritorio
que él escogió
para ella rodeada
de sus fotografías
escribe. Hoy fue
a Segovia. Hizo
el camino que
tantas veces hicieron
juntos, le parecía
llevarlo a su
lado unas veces
charlando, las más
en ese silencio
hermoso de quienes
se sienten unidos
en él. Poco
más de un
año ha pasado
desde que estuvieron.
Poco más de
un año desde
que frente al
inmenso ventanal disfrutaron
con la vista
magnífica del acueducto,
la catedral y
el alcázar mientras
comían lo mismo
que hoy comió. Después
se sentaron en esa misma
terraza viendo ese
mismo cielo azul nítido bello
y soñador. Pero
hoy él ya
no estaba ni
nunca más estará.
Ella sabe que
es así y
se rompen sus
entrañas al tiempo
que disimula su
enorme pena para
no cansar a
quienes quieren consolar
lo inconsolable. De
regreso sola en
su automóvil lo
percibió tan cerca
que le pareció
llevarlo a su
lado dormido como
esa última vez.
Y, fue capaz
de en calma
volver a su
casa vacía sin
él. Quizás esta
noche sueñe con
decirle “hacemos el
amor” y él con una
sonrisa cómplice y una
mirada dulce se acerque
al tiempo que
ella despierta de
su sueño.
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