Con veinte y
pocos años, poco
dinero, una pequeña
tienda de campaña
y aquel 127
rojo, al que llamaban
“tomatito” la recorrieron
juntos por primera
vez. En los
castillos de La
Loira le contó
las intrigas de la reina Catalina de
Medicis. Los lances
de amor y
crueles envenenamientos que
sus muros ocultaban.
Le hizo imaginar
los torneos e
insidias palaciegas en las que
dejaban su vida
quienes los habitaban.
Al escucharla podía
hasta oír los
caballos subir por
la imponente rampa
del castillo de
Amboise. Después París ,
el Sena, la
isla de San Luis,
la plaza de Vosge y el barrio en
el que había
vivido. Fueron a
los Alpes y
al Mont Blanc para encontrarse
con las montañas
más espléndidas que
nunca había visto.
En Alsacia pasaron
una noche en la casa de aquella
tía suya tan
estirada. Recorrieron la
Bretaña y Normandía.
En Houlgate le
mostro la que
en su día
fue la casa
de verano de su
abuela y donde
acudía toda la
familia.
Y siempre regresaban.
Unas para mostrarle
París a su
hijo, otras para
asistir a un maravilloso
concierto con instrumentos
de viento iluminado
por velas, en
una de las más bellas
y recoletas iglesias
románicas de la
ciudad o, simplemente
por el mero
placer de recorrerlo
una y otra
vez. Y de
nuevo la Loire, era
como una tradición. Le enseñaron a
su hijo la
grandeza de aquellos
castillos y le contaron
la vida de los reyes
y reinas que
allí moraron. Las
visitas a la
Rochelle a
ver al tío
Jean tan amable
y cortés que siempre les
invitaba a cenar
bogavante en el
mejor restaurante y
les contaba su
vida como director
de las minas
de Madagascar. Y
a la tía Lilly en
su casa de
campo de Chantilly
siempre elegante y
perfumada contándoles la
historia de su
madre concertista de
violín y su
padre un noble oficial sueco.
Y Biarritz
y San Juan
de Luz, las cenas
en Ches Albert cigalas o,
moules en Ciburne
con un buen
vino rosado frío; esperando el
rayo verde a la caída
del sol. Y
la playa de
Hendaya. ¡Siempre Francia
en su vida! Ahora cuando
desde el automóvil
la veía pasar
y en los
paneles de la
autopista leía todos
aquellos nombres que
formaron parte de
su historia le
dolió el alma.
Nunca más la
viviría con él.
Nunca más regresaría
a ninguno de
esos lugares con
él. Francia no era
más que el
recuerdo de su
ausencia.
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