Como a dos amantes
de la mano
eternamente unidos, el
Cocibolca acuna en sus aguas la inmensidad
de
ese amor. Él lleno de
pasión vela a
su amante
muerta rugiendo cuando
su alma llora
clamando al cielo
su desesperación. Entonces
se abren sus
entrañas de pena
y de dolor
y en su figura esbelta
quedan abiertas las huellas de sus lágrimas
de amor incandescente. Mientras,
ella dormida
en su sueño
sin fin dulcemente
yace cubierta de
agua y de
verdor. Volcanes míticos y
hermosos que la
hacen soñar con
su amor.
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