A medida que
se iba alejando
de la isla y del
volcán sintió
una profunda melancolía. Él había sido
su volcán. Recordó
cuando así lo
llamaba en sus
noches de pasión
juvenil. Había sido tan
hermoso y fuerte,
había sido tan sólido y
honesto como ese
volcán que se
iba alejando despacio
en medio del
lago. Por eso
lo amó. Porque
en él encontró
todo aquello que
buscó. Como al
volcán que dejaba
en medio del
inmenso lago, lo
dejó en la
inmensidad de la
muerte. En silencio
les decía adiós
a la isla, al volcán
y
a él que
había sido su
volcán.
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