viernes, 21 de octubre de 2011

Lagrimas

A  las  seis  de  la  mañana   cuando   desde  la   amplia  ventana    de esta  habitación que es ahora  nuestra  casa;  veía  despacio  desaparecer  la  bruma  de  un  nuevo   día  soleado  de otoño, traidoramente  empezaron  a  corroerte  los  dolores. Llegaban  los calmantes  pero poco  aliviaban  tu  dolor. Pasaron  los  médicos. No  apreciaban  nada  alarmante. Pero  a  ti  una zarpa  cruel  desgarraba  las  profundidades  de    ser. De  tus  ojos  brotaban  las  lágrimas  y  de  tus labios  las  plegarias.
Yo  contenía  las  mías  para  no  afligirte  con ellas. Te llevaron  hacer  más pruebas. Te vi  partir  atado a esa cama. Conectado a tubos, cables  y máquinas  que pitan  al  menor desajuste  chillona  e  insistentemente.
Entonces  deje  correr  mi  llanto, como  no  lo  había  hecho  hasta  ahora. Mis lágrimas  caían  como  lluvia  sobre mí  con  su  paz.  Y,  otra  vez  en  pié.  Alerta  a  cualquier signo de tu  cuerpo.  A  vigilar   sueño.  A   acompañarte  siempre.  

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