Decidió bajar en
esa estación. Era
grande, brillante y
moderna. Quizás allí
pudiera encontrar algo
que la hiciese sentir mejor.
Pero aunque las luces iluminaban
la estación y
las calles estaban
llenas de gente
bulliciosa, ella solo
pudo escuchar su
propio silencio y
aquellos seres no
eran más que
sombras a su
alrededor para las
que ella no
era más que
otra sombra oscura.
No supo cuánto
tiempo caminó
con su alma
herida, sintiendo ese
dolor sordo que
era su única
compañía hasta que se encontró
de nuevo en
la estación y
de nuevo volvió
a subir a un tren rumbo a un destino
desconocido.
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