Los años habían
pasado pero aún
guardaban en su
corazón algo de
aquella rebeldía y deseo de
justicia de sus
años de juventud.
Por eso vivían
de espalda a la incongruencia exterior.
Para oír lo
que había que oír de
quienes hablan por
no callar era
mejor pasar por huraños y
solitarios. Juntos encontraban en
la música, en sus viajes
a dos, en
sus largas conversaciones todo
lo que necesitaban.
Por eso ahora sin él prefiere seguir
en su universo
silencioso. Donde se
siente tranquila. Ignora
los absurdos y
brinda como en “Memorias de África” por
la cándida inocencia.
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