Él ya no es la
primera persona en
decirle “te quiero
cumpleañera” o en mandarle un
ramo de rosas
o simplemente en darle un
beso y buscarla
en la cama. La vida
seguirá y es
posible que su
cabeza se siga
cubriendo de plata
y su rostro
poco a poco se vaya marcando. Verá el
tiempo pasar ajena
y silenciosa. Quizás
esboce una leve sonrisa
al mirar la
espuma del mar que
azota las rocas
y el viento
y la lluvia que acuna y acogen
su
eterno final porque,
simplemente esperará a que
llegue el día
en que ella,
también no sea
más que un recuerdo entre el viento
y la mar.
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