Dos peñones protegiéndola y
a lo lejos
el dibujo de costas abruptas
componen con su infinito horizonte
de mar, el
marco armonioso de
la pequeña bahía.
El viento calma
el calor. Los
árboles que cubren
su arena ofrecen
una sombra perfecta.
De frente el
Pacífico siempre bravío, poderoso
e indómito que
pide respeto al
bañarte y deja
en la piel el fuerte sabor
de su sal. Y aunque
dentro de ella
se aloje el vacío al
menos al verte Pacífico,
descansa tranquila ante
tu hermosa belleza, sintiendo tu sal y arena.
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