Siempre creyó que el
viejo volcán estaba
dormido. Pero hoy
descubrió que aún vivía. Su
corazón aún latía.
De ocultos y
profundos huecos un
leve humo surgía.
En sus entrañas
la pasión ardía
a pesar de
estar roto y
haber perdido hace
miles de años
la mitad de sí mismo.
Lo miró, lo
sintió y en el dolor
apacible del volcán
dormido acomodó el suyo. Junto a
él unió la eterna belleza
infinita de su amor
perdido.
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