Entre la espesa
vegetación de uno de los senderos
del viejo volcán,
escuchó el quejido
de un árbol
herido. Gemía luchando con
las pocas fuerzas
que aún le
quedaban enraizadas. Crujía
intentando mantenerse erguido.
Pero tenía la
batalla perdida y
él lo sabía.
Pronto caería. Pero ella pensó
que era hermoso
morir abrazado al
amor de un
volcán.
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