Bajó del taxi y
entró al
pequeño aeropuerto. Con
paso rápido se
dirigió a comprobar que el
vuelo salía a su
hora. Después entro
en la sencilla
cafetería para comprar
la prensa que la
entretendría durante el viaje. Una
vez pasados los controles
de seguridad y
pasaporte se sentó
a la espera
de la llamada
de embarque. A un lado estaba
un
hombre de mediana
edad gordo y algo
rudo y al
otro una señora
más bien de
cierta edad bastante
pizpireta que enseguida
empezó hablarle y en poco
tiempo supo gran parte
de su vida.
La escuchaba por
amabilidad y porque
últimamente escuchaba para
no pensar. La oía sin
más siguiéndole la
corriente. Cuando subió
al avión agradeció
no estar demasiado
cerca de la
dama pizpireta y parlanchina,
aunque le toco cerca del
gordo algo rudo pero había
un asiento libre
entre los dos;
cosa que agradeció
mucho para evitar cualquier tipo
de roce que tanto
le molestaba. Abrió
su periódico y
se dedicó a
leerlo de principio
a fin. De
esa manera las
dos horas que
duraba el vuelo
se le harían
más cortas. Pero en
realidad para ella todo
era una farsa.
Ya no importaba
ni de
dónde venía ni
a dónde se
dirigía. Simplemente viajaba
hacia la muerte.
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