Sintió tanta placidez
que abrió los ojos sorprendida;
tan dulce era
la sensación. Había
soñado con él. Sentados en
el salón se
miraron en silencio
y aunque no
recordó haber percibido
el roce de
su piel si, la
calidez de su
mirada. Pensó que
aunque no fuese más
que un sueño,
merecía la pena. El calor
de su mirada
le dió
cierta paz que
alivió un poco el dolor del profundo
hueco de su
ausencia.
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