La música le
dolía. La hería
su melodía. No
podía escucharla sin
que se le
rompiese el alma. Él siempre
vivió con ella.
Cada uno de
sus pasos estuvieron
llenos de una
u otra. Eran
parte de él.
La escuchaba vibrante
y sonora con
la pasión de
quien la ama.
Pero, ayer casi un año después
que se fue, pudo
oír su música
que era también
la suya y
aunque el halo
de la melancolía
la embargo fue
capaz de percibir
su belleza y
sentirse aún más
intrínsecamente unida a él.
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