El primero de los cuatro Land-Rover de la caravana los divisó en el horizonte. Eran unos puntitos oscuros casi ínfimos en la lejanía. Avanzábamos levantando un inmenso y sucio polvazal que se convertía en una nube rojiza. Circulábamos en medio de una tierra inerte y desolada que parecía llevarnos a ninguna parte. La soledad y aridez eran abrumadoras. El calor aplastante. Aquí la naturaleza solo mostraba su lado más cruel. Parajes olvidados de Dios y los hombres. A medida que nos acercábamos aquellos puntos oscuros se alargaban e iban tomando poco a poco forma humana. Caminaban lentamente, erguidos y elegantes con sus cuerpos oscuros y bellos en medio de la nada hacia un destino para nosotros incomprensible. Al pasarlos pudimos ver que seguían su camino con la esperanza en los ojos y la dignidad en su mirada. Buscan una tierra sin hambre, sin dolor, sin muerte. Avanzaban en silencio. Nada detiene su lento caminar. Buscan su derecho a la vida.
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