viernes, 5 de agosto de 2011

Maldad

         
Todos los días salía a pasear. Le gustaba perderse entre los sinuosos senderos. Oler unas veces a tierra mojada y otras a yerbas aromáticas. Admirar la hermosura de los frondosos árboles o la delicadeza de las flores silvestres. Escuchar las voces de la espesura y sentirse parte del universo. Esa mañana hacía algo de niebla. La soledad la envolvía. Caminaba a paso ligero por la quebrada húmeda y fría, cuando tropezó con aquella mujer áspera y ruda de pequeño tamaño y grandes pechos. No supo ni cómo ni por qué. Solo sintió sus manos alrededor del cuello quitándole la vida mientras le gritaba  “me has mirado mal”. Otro día, en otro lugar al encontrarse, de nuevo, con un alma hermosa volverá a gritar “me has mirado mal” y le arrancará el aliento. Ten cuidado, mi niña, no te vayas a cruzar con ella porque  su corazón está muerto y en él solo habitan los gusanos.

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